Una vez recogido y seleccionado el café, se pone en la tolva, donde permanece durante 24 horas. Durante este tiempo, los microorganismos presentes de forma natural en la cereza comienzan a consumir y descomponer los azúcares y carbohidratos contenidos en el mucílago y la pulpa, produciendo alcoholes, ácidos orgánicos y otros componentes esenciales presentes en el sabor final del café.
Al cabo de las 24 horas, se el café se despulpa separando las semillas de la cáscara, la pulpa y la mayor parte del mucílago.
Las semillas se depositada en un tanque de cemento para continuar la fermentación. Aquí, los microorganismos continúan su trabajo, consumiendo los azúcares y carbohidratos del mucílago, generando precursores del sabor durante otras 36 horas. Es importante tener en cuenta que los procesos metabólicos tienen lugar de forma natural desde el momento en que el café se deshoja del árbol y, a veces, incluso antes, dependiendo del clima.
Al cabo de las 36 horas, los granos se lavan dos veces para eliminar los restos de mucílago y detener la fermentación. Este proceso da como resultado granos de café con sabores y características únicos que reflejan el entorno y los cuidados que reciben en su viaje del árbol a la taza.